Hace
ya unos cuantos meses Tamara me invitó a participar de este evento en donde
poesía y maternidad se unían en estupenda conjunción, creación. Y en donde ella
pensaba que yo podía desde otro lugar, con otra perspectiva, ser partícipe de
esta celebración. Lamento no poder acompañarlas en persona por razones de salud,
que por esas vueltas de la vida en parte, han motivado estas reflexiones que
deseo compartir con ustedes.
La
maternidad no ha sido, ni es, sin duda alguna, un tema en sí mismo relevante
para el canon filosófico pero, es
mencionado a lo largo de numerosos textos de nuestra tradición de una manera
muy particular.
Luisa
Muraro, en L´ordine simbolico della madre[1],
nos señala la estrategia filosófico-discursiva que se apropió de la
capacidad generativa de las mujeres para neutralizarla o contraponerla a la
forma del pensamiento masculino – el verdadero pensamiento.
A
lo largo de la filosofía, se ha sostenido un esquema de rivalidad entre el
mundo verdadero e ideal y el real pero engañoso. Lo que está en juego es el
origen. Pero el origen al que nos referimos no es el real, concreto: el nacer
de una mujer sino proponer un origen absoluto y a la empresa filosófica como
una construcción que nos conduce hacia él. Es decir, el inicio en la filosofía
sería como su mismo germen en el sentido que ella se desarrolla desde su interior.
Luisa Muraro dice que en esta búsqueda fue educada en la universidad: “Para
filosofar es necesario poner entre paréntesis todo aquello que normalmente
tenemos presente”[2].Y quedó
fascinada. Toda la filosofía occidental transmite esta fascinación “elevación
feliz sobre todo y todos”. Ejemplos hay muchos, el mito de la caverna de Platón
como la conversión del alma del reino de la generación hacia la verdad y hacia
el ser, el cogito en Descartes donde
el sentir se manifiesta como acto del pensar, etc.
En
realidad para esta autora, se trata de un renacimiento. Todos los ejemplos del
inicio filosófico son metáforas de un segundo nacimiento, el verdadero frente
al primero injusto y engañoso. Valgan dos ejemplos: cuando a Sócrates le
preguntan en qué consiste la mayéutica contesta
que su arte es similar al de su madre partera (por cierto muy buena en su
tarea) pero muy superior en tanto él da a luz almas y no cuerpos. Por otro lado, en la Modernidad cuando se
hablaba de “dar a luz un nuevo orden político”, la maternidad propiamente dicha
y con ella, las mujeres de carne y hueso, quedan en el ámbito de lo natural, de
lo privado que no tiene voz, ni reglas y sobre todo que debe ser tutelado.
¿Cómo
se realizó esto? Se transfiere a la producción cultural (ciencia, derecho,
religión) los atributos de la potencia y de la obra materna, despojándola y
reduciéndola a naturaleza opaca e informe sobre la cual el sujeto (que conoce,
que legisla, que cree) debe alzarse para dominarla. Así es como lo que se
sostiene, entonces, es un matricidio: no se habla del reino de la generación
como Naturaleza sino del orden simbólico de la madre. Los filósofos cubren con
fundamentos ideales el origen de su saber. “Aman una madre muda cuya obra
presentan como una imagen y una aproximación de la propia, dando vuelta el
orden de las cosas”[3]. Por
ello Luisa Muraro sostiene como inicio de la independencia simbólica en las
mujeres el saber amar a la madre.
Vemos
pues, desde el pensamiento de la diferencia sexual del cual Muraro es una de
sus más importantes representantes, como en la filosofía, se reconocen los
límites del sujeto pensante pero nunca se habla de la finitud de su diferencia
sexual. Se parte de la hipótesis del SER-UNO (Hombre) universal y neutro, de
manera que la diferencia de los sexos no participa de su esencia. Sin embargo,
esta diferencia “secundaria” queda contenida en la constitución del ser-mujer.
Es decir, la mujer es el depósito de la diferencia sexual. Por ello, uno de los
objetivos principales de esta corriente de pensamiento es tratar de pensar una
concepción dual del ser humano, donde tanto el ser varón como el ser mujer sean
formas primarias, donde la mujer no sea considerada el caso desafortunado,
especular al varón.
Por
otra parte, la filosofía sostiene este sujeto de conocimiento, uno y simple,
por encima de la particularidad de un cuerpo sexuado y lo opone al objeto de
conocimiento múltiple y cambiante y como tal impensable. Si de lo que se trata
en el conocimiento es mostrar lo verdadero, es este sujeto uno y simple , que
tiene logos, que puede pensar ,
“ordenar” y nombrar esta alteridad, esta multiplicidad. Entonces, la mujer, lo
Otro, inmersa en dicha multiplicidad queda, según Teresa de Lauretis,
“simultáneamente ausente y cautiva en el discurso, de (la) que hablan
constantemente pero que es inaudible o no se expresa, mostrad(a) como
espectáculo y sin embargo sin representación”[4].
Y
entonces, una vez inmersos en el esfuerzo de desentrañar algunos aspectos del
significado de la maternidad, se nos presenta como un discurso especialmente
paradójico.
Desde
tiempos remotos, se considera y me atrevería a decir, en todas las culturas que
el desarrollo más acabado de una mujer es la efectiva realización de la
maternidad. Ejemplos de ello son infinitos desde nuestra cotidianeidad hasta
recordar que en Esparta, los únicos que merecían ser enterrados con su nombre
en la lápida eran los héroes de guerra y las mujeres que morían en el parto.
Así pues la identidad de la mujer es la de ser madre.
Pero
para algunas autoras como Vegetti-Finzi, pensar hoy la maternidad encierra las
dificultades que tuvo pensar la sexualidad en el siglo XIX. Desde el análisis
que han hecho algunas feministas el planteo de la maternidad encierra pues
cierto carácter paradojal.
La
sociedad con sus discursos e instituciones pone en un pedestal a la maternidad
pero a las mujeres las despoja simultáneamente de autonomía.
La
maternidad es la actividad más excelente que puede desarrollar una mujer pero a
pesar de todos los cambios legislativos, laborales, etc., esa misma sociedad no
provee en la práctica, las necesidades concretas de las mismas madres, las
condiciones o cuidados de la salud materna, la nutrición conveniente para madre
e hijo, la no discriminación para conseguir o mantener su trabajo, etc.
Esto
señala la ausencia de la palabra de las propias mujeres. La maternidad en
nuestra sociedad es lo que, para los varones significan las madres y los bebés.
Implica que este orden patriarcal determina
cuál es el número de embarazos que pueden y quieren llevar a término las
mujeres, cómo y dónde deben llevarse a cabo, la posición frente al aborto.
Pareciera que se discute con el trasfondo de la idealización de la figura de la
madre pero cuando estos discursos refieren a las madres concretas en concretas
relaciones con hijos concretos, el soporte teórico de la maternidad hace agua
por todos lados.
Segunda
paradoja:
La
maternidad es un hecho que ocurre en un sujeto que para que se lleve a término
debe ser a su vez objeto al mismo tiempo.
Para
desarrollar esta paradoja seguiré a dos autoras paradigmáticas: Julia Kristeva
y Simone de Beauvoir. Ambas desde distintas perspectivas, afirman la
imposibilidad de sostener en el análisis de la maternidad, la antítesis sujeto
– objeto sin caer en contradicción. En efecto, ambas comparten la noción de que
el cuerpo materno es el lugar de una escisión radical del sujeto femenino. Pero
existen diferencias.
Julia
Kristeva resignifica el cuerpo materno como dual y ajeno: “el espacio matriz,
nutricio, innombrable, anterior al Uno, a Dios y que en consecuencia desafía a
la metafísica”[5]. Espacio
pues, heterogéneo, prelingüístico. La mujer está en el umbral entre
naturaleza/cultura, biología/lenguaje. El carácter “natural” de las mujeres es
opuesto a la temporalidad del orden socio-simbólico. Sostiene también que la gran mayoría de las mujeres se realiza
trayendo un niño al mundo.
Simone
de Beauvoir, en cambio habla de una maternidad forzosa, de un sujeto que según
la ley patriarcal debe coincidir con su llamado natural. Es decir, una mujer se
siente presionada a reproducirse en contra de su voluntad perdiendo su
autonomía y limitando su acción. A través de numerosos casos concretos,
Simone de Beauvoir rompe con las representaciones de la feminidad, señalando la
complejidad del deseo femenino. Donde médicos, científicos, filósofos y
religiosos ven la coexistencia armoniosa de madre-hijo, Beauvoir ve el
conflicto y la diferencia.
Mucho
se ha escrito sobre la descripción terrible que hizo Beauvoir de la maternidad.
En realidad comparto la hipótesis de varias estudiosas que señalan que el
objetivo de Beauvoir
fue
tratar de desestabilizar la idea masculina de la madre al subvertir las
nociones esencialistas/naturales del destino femenino en la medida que descubre
las representaciones culturales que se encubren bajo el concepto de instinto
materno. Así pues, su crítica no es únicamente a la maternidad propiamente
dicha ya que lo que la madre gesta no es sólo un niño, sino el patriarcado. El
problema es el lugar en el que las mujeres son por cierto no sujetos, los no
sujetos de una maternidad forzosa. La madre como sujeto mudo que no puede
hablar sobre su condición paradójica.
En
estos breves trazos, sólo quise contribuir a señalar la complejidad implícita
en el análisis de la maternidad desde la filosofía, desde el feminismo
filosófico al cual estoy abocada. El nacer como dice Francoise Collin, otra
filósofa que admiro resulta tan perturbador para el pensamiento porque convoca
otro cuerpo, el cuerpo de una mujer. Esa perturbación se apropió de la potencia
material y simbólica del “nacer de mujer” o la borró por no poder escuchar su
voz.
De
lo que se trata pues es de, tomando las palabras de mi amiga Mabel Campagnoli,
“seguir arriesgándonos a parir en femenino en el terreno del pensamiento;.. a
no esconder la condición genérica al tomar la palabra, a acceder en tanto
mujeres al parto filosófico”.
Creo
sin dudas que hoy en este encuentro estas palabras adquieren su más pleno
sentido. Los versos de las poetas aquí reunidas plasman la necesidad física, el
deseo profundo de expresar, de poner en palabras propias de mujeres la
maternidad.
María Marta
Herrera
[1] Muraro, Luisa (1991),L´ordine simbolico della madre,Roma,
Editori Riuniti
[4] Lauretis,Teresa
de (1989), La esencia del triángulo, o tomarse en serio el riesgo del
esencialismo: teoría feminista en Italia, los E.U.A. y Gran Bretaña, en Debate
Feminista Año I, vol 2 sept.1990, México
[5] Zerilli,
Linda (1996)Un proceso sin sujeto: Simone de Beauvoir y Julia Kristeva,
sobre la maternidad en Tubert,Silvia(1996), Figuras de la madre,
Madrid, Cátedra, pág. 155-188
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