Presentación de
Corazón Estrella de Alfredo Holzmann
Gelinger, con prólogo de Roberta Iannamico, ilustrado por alumnos de las clases
de arte que coordina Lanfranco Ezpeleta y editado por Ediciones Presente.
Hace
unos días visité el Museo Histórico de Colonia, Uruguay en el que se mostraban,
entre otros objetos, el mobiliario, los instrumentos, los adornos de las
familias portuguesas que se apropiaron de esas tierras a mediados del siglo
XVII. Al lado de dicho Museo, ex vivienda de las familias colonizadoras, visité
otro Museo Casa perteneciente a los sirvientes de la primera.
Algunas
diferencias que saltaban a simple vista: una era grande, luminosa, tenía
adornos mientras que la otra era pequeña, oscura, contaba con el mobiliario
básico para la supervivencia: cama, cocina, pileta para el aseo personal,
santuario.
Yo no
dejo de sorprenderme frente a la desigualdad, sea turista o trabaje, perpetuada
hasta nuestros días en el espacio destinado al servicio doméstico en cualquier
departamento de cualquier ciudad, con su correspondiente entrada independiente
a la casa, la cercanía a la cocina, la distancia respecto de las habitaciones,
la sala de estar, el patio, la terraza o jardín.
Se
preguntarán por qué traigo a colación esta anécdota, y es básicamente porque
son estas imágenes, de ayer y de hoy las que estimulan a Ediciones Presente a desandar
conquistas económicas, culturales y literarias; lugares cristalizados, en
cambio de bellos y frágiles cristales puestos en las vitrinas del tiempo, formatos
a partir de los cuales se consagran autores, militares, fechas, libros, héroes,
en detrimento de adquirir una cosmovisión del cielo en su conjunto.
Frente
al Sistema de Estrellas, que necesita la industria cultural para posicionar
personas como productos en el mercado, tener una panorámica del cielo nos
permite dilucidar que, cuantas más estrellas, mayor luminosidad, menos
probabilidad de perdernos.
Como el
libro que presentamos hoy de Alfredo, Corazón Estrella, que ve la luz desde
Santa María provincia de Buenos Aires.
Pienso
en la palabra “remoto” como si desde la poesía nombráramos el mundo por primera
vez. Y creo que, aún usando las mismas palabras, como por ejemplo “servicio”,
no sería ni militar, ni doméstico, ni la precarización que supone su
recaudación en el capitalismo tardío.
Sino
más bien una forma de obrar, haciendo hinca pie en autores, alumnos, profesores,
artistas, que modifican la perspectiva desde la cual se configura un espacio en
el que no es sustancial la división de aquello que se recorre, sea una casa,
una familia, una nación, un aula, la ciudad, sino más bien el forjamiento de
una mixtura en la que es imposible esconder voces, una comida hecha sin sobras,
palabras en cada uno que abre la ventana de su cuarto y el mundo escucha.
Una editorial al servicio de
viabilizar otros caminos de ir y volver a lo que sentimos y pensamos conocido,
aprendido, y no sabemos que podemos sentir y pensar a partir de nuevas obras
como la que hoy presentamos de la mano de Alfredo Holzmann Gelinger, Lanfranco
Ezpeleta, Roberta Iannamico, Roger Colom, Nicole Palazzo, Jonathan Espeleta,
Rocío Milagros Rodríguez, NarelaLepetiz, Candela Ramírez, Exequiel Coria, Rocío
Maisano, Darío Kechiyan, Agustín Ávila, Dalila Velázquez, Agustín Avalos, María
Sol Zadorozny, Andrea Escobar, Evelyn Elías, Nicolás Ortiz, Belén Gómez,
Mariano Caraballo, Juan Pablo Osudar, Nicolás Monzón y Ezequiel Rodríguez transmutando
una andanza en una travesía.
Tamara Domenech,
Noviembre 2016.
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