viernes, 19 de octubre de 2012

Entrevista publicada en Las 12 que me hizo Flor Monfort. http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/index.html

NOSTALGIA DE LA TRIBU. LA ETERNA FRUSTRACION DE PENSAR LA MATERNIDAD COMO UNA EXPERIENCIA INDIVIDUAL.  Por Flor Monfort.Viernes, 19 de octubre de 2012
Tapa las12

Literatura y Maternidad. Ediciones Presente. 2012!


Corto animado. Dirección: Cecilia Podestá y Biby Aflalo.













Presentación de María Marta Herrera.



Hace ya unos cuantos meses Tamara me invitó a participar de este evento en donde poesía y maternidad se unían en estupenda conjunción, creación. Y en donde ella pensaba que yo podía desde otro lugar, con otra perspectiva, ser partícipe de esta celebración. Lamento no poder acompañarlas en persona por razones de salud, que por esas vueltas de la vida en parte, han motivado estas reflexiones que deseo compartir con ustedes.
La maternidad no ha sido, ni es, sin duda alguna, un tema en sí mismo relevante para el canon  filosófico pero, es mencionado a lo largo de numerosos textos de nuestra tradición de una manera muy particular.
Luisa Muraro, en L´ordine simbolico della madre[1], nos señala la estrategia filosófico-discursiva que se apropió de la capacidad generativa de las mujeres para neutralizarla o contraponerla a la forma del pensamiento masculino – el verdadero pensamiento.
A lo largo de la filosofía, se ha sostenido un esquema de rivalidad entre el mundo verdadero e ideal y el real pero engañoso. Lo que está en juego es el origen. Pero el origen al que nos referimos no es el real, concreto: el nacer de una mujer sino proponer un origen absoluto y a la empresa filosófica como una construcción que nos conduce hacia él. Es decir, el inicio en la filosofía sería como su mismo germen en el sentido que ella se desarrolla desde su interior. Luisa Muraro dice que en esta búsqueda fue educada en la universidad: “Para filosofar es necesario poner entre paréntesis todo aquello que normalmente tenemos presente”[2].Y quedó fascinada. Toda la filosofía occidental transmite esta fascinación “elevación feliz sobre todo y todos”. Ejemplos hay muchos, el mito de la caverna de Platón como la conversión del alma del reino de la generación hacia la verdad y hacia el ser, el cogito en Descartes donde el sentir se manifiesta como acto del pensar, etc.
En realidad para esta autora, se trata de un renacimiento. Todos los ejemplos del inicio filosófico son metáforas de un segundo nacimiento, el verdadero frente al primero injusto y engañoso. Valgan dos ejemplos: cuando a Sócrates le preguntan en qué consiste la mayéutica contesta que su arte es similar al de su madre partera (por cierto muy buena en su tarea) pero muy superior en tanto él da a luz almas  y no cuerpos. Por otro lado, en la Modernidad cuando se hablaba de “dar a luz un nuevo orden político”, la maternidad propiamente dicha y con ella, las mujeres de carne y hueso, quedan en el ámbito de lo natural, de lo privado que no tiene voz, ni reglas y sobre todo que debe ser tutelado.
¿Cómo se realizó esto? Se transfiere a la producción cultural (ciencia, derecho, religión) los atributos de la potencia y de la obra materna, despojándola y reduciéndola a naturaleza opaca e informe sobre la cual el sujeto (que conoce, que legisla, que cree) debe alzarse para dominarla. Así es como lo que se sostiene, entonces, es un matricidio: no se habla del reino de la generación como Naturaleza sino del orden simbólico de la madre. Los filósofos cubren con fundamentos ideales el origen de su saber. “Aman una madre muda cuya obra presentan como una imagen y una aproximación de la propia, dando vuelta el orden de las cosas”[3]. Por ello Luisa Muraro sostiene como inicio de la independencia simbólica en las mujeres el saber amar a la madre.
Vemos pues, desde el pensamiento de la diferencia sexual del cual Muraro es una de sus más importantes representantes, como en la filosofía, se reconocen los límites del sujeto pensante pero nunca se habla de la finitud de su diferencia sexual. Se parte de la hipótesis del SER-UNO (Hombre) universal y neutro, de manera que la diferencia de los sexos no participa de su esencia. Sin embargo, esta diferencia “secundaria” queda contenida en la constitución del ser-mujer. Es decir, la mujer es el depósito de la diferencia sexual. Por ello, uno de los objetivos principales de esta corriente de pensamiento es tratar de pensar una concepción dual del ser humano, donde tanto el ser varón como el ser mujer sean formas primarias, donde la mujer no sea considerada el caso desafortunado, especular al varón.
Por otra parte, la filosofía sostiene este sujeto de conocimiento, uno y simple, por encima de la particularidad de un cuerpo sexuado y lo opone al objeto de conocimiento múltiple y cambiante y como tal impensable. Si de lo que se trata en el conocimiento es mostrar lo verdadero, es este sujeto uno y simple , que tiene logos, que puede pensar , “ordenar” y nombrar esta alteridad, esta multiplicidad. Entonces, la mujer, lo Otro, inmersa en dicha multiplicidad queda, según Teresa de Lauretis, “simultáneamente ausente y cautiva en el discurso, de (la) que hablan constantemente pero que es inaudible o no se expresa, mostrad(a) como espectáculo y sin embargo sin representación”[4].


Y entonces, una vez inmersos en el esfuerzo de desentrañar algunos aspectos del significado de la maternidad, se nos presenta como un discurso especialmente paradójico.
Desde tiempos remotos, se considera y me atrevería a decir, en todas las culturas que el desarrollo más acabado de una mujer es la efectiva realización de la maternidad. Ejemplos de ello son infinitos desde nuestra cotidianeidad hasta recordar que en Esparta, los únicos que merecían ser enterrados con su nombre en la lápida eran los héroes de guerra y las mujeres que morían en el parto. Así pues la identidad de la mujer es la de ser madre.
Pero para algunas autoras como Vegetti-Finzi, pensar hoy la maternidad encierra las dificultades que tuvo pensar la sexualidad en el siglo XIX. Desde el análisis que han hecho algunas feministas el planteo de la maternidad encierra pues cierto carácter paradojal.
La sociedad con sus discursos e instituciones pone en un pedestal a la maternidad pero a las mujeres las despoja simultáneamente de autonomía.
La maternidad es la actividad más excelente que puede desarrollar una mujer pero a pesar de todos los cambios legislativos, laborales, etc., esa misma sociedad no provee en la práctica, las necesidades concretas de las mismas madres, las condiciones o cuidados de la salud materna, la nutrición conveniente para madre e hijo, la no discriminación para conseguir o mantener su trabajo, etc.
Esto señala la ausencia de la palabra de las propias mujeres. La maternidad en nuestra sociedad es lo que, para los varones significan las madres y los bebés. Implica que este orden patriarcal determina  cuál es el número de embarazos que pueden y quieren llevar a término las mujeres, cómo y dónde deben llevarse a cabo, la posición frente al aborto. Pareciera que se discute con el trasfondo de la idealización de la figura de la madre pero cuando estos discursos refieren a las madres concretas en concretas relaciones con hijos concretos, el soporte teórico de la maternidad hace agua por todos lados.
Segunda paradoja:
La maternidad es un hecho que ocurre en un sujeto que para que se lleve a término debe ser a su vez objeto al mismo tiempo.
Para desarrollar esta paradoja seguiré a dos autoras paradigmáticas: Julia Kristeva y Simone de Beauvoir. Ambas desde distintas perspectivas, afirman la imposibilidad de sostener en el análisis de la maternidad, la antítesis sujeto – objeto sin caer en contradicción. En efecto, ambas comparten la noción de que el cuerpo materno es el lugar de una escisión radical del sujeto femenino. Pero existen diferencias.
Julia Kristeva resignifica el cuerpo materno como dual y ajeno: “el espacio matriz, nutricio, innombrable, anterior al Uno, a Dios y que en consecuencia desafía a la metafísica”[5]. Espacio pues, heterogéneo, prelingüístico. La mujer está en el umbral entre naturaleza/cultura, biología/lenguaje. El carácter “natural” de las mujeres es opuesto a la temporalidad del orden socio-simbólico. Sostiene también que  la gran mayoría de las mujeres se realiza trayendo un niño al mundo.
Simone de Beauvoir, en cambio habla de una maternidad forzosa, de un sujeto que según la ley patriarcal debe coincidir con su llamado natural. Es decir, una mujer se siente presionada a reproducirse en contra de su voluntad  perdiendo su  autonomía y limitando su acción. A través de numerosos casos concretos, Simone de Beauvoir rompe con las representaciones de la feminidad, señalando la complejidad del deseo femenino. Donde médicos, científicos, filósofos y religiosos ven la coexistencia armoniosa de madre-hijo, Beauvoir ve el conflicto y la diferencia.
Mucho se ha escrito sobre la descripción terrible que hizo Beauvoir de la maternidad. En realidad comparto la hipótesis de varias estudiosas que señalan que el objetivo de Beauvoir
fue tratar de desestabilizar la idea masculina de la madre al subvertir las nociones esencialistas/naturales del destino femenino en la medida que descubre las representaciones culturales que se encubren bajo el concepto de instinto materno. Así pues, su crítica no es únicamente a la maternidad propiamente dicha ya que lo que la madre gesta no es sólo un niño, sino el patriarcado. El problema es el lugar en el que las mujeres son por cierto no sujetos, los no sujetos de una maternidad forzosa. La madre como sujeto mudo que no puede hablar sobre su condición paradójica.
En estos breves trazos, sólo quise contribuir a señalar la complejidad implícita en el análisis de la maternidad desde la filosofía, desde el feminismo filosófico al cual estoy abocada. El nacer como dice Francoise Collin, otra filósofa que admiro resulta tan perturbador para el pensamiento porque convoca otro cuerpo, el cuerpo de una mujer. Esa perturbación se apropió de la potencia material y simbólica del “nacer de mujer” o la borró por no poder escuchar su voz.
De lo que se trata pues es de, tomando las palabras de mi amiga Mabel Campagnoli, “seguir arriesgándonos a parir en femenino en el terreno del pensamiento;.. a no esconder la condición genérica al tomar la palabra, a acceder en tanto mujeres al parto filosófico”.
Creo sin dudas que hoy en este encuentro estas palabras adquieren su más pleno sentido. Los versos de las poetas aquí reunidas plasman la necesidad física, el deseo profundo de expresar, de poner en palabras propias de mujeres la maternidad.

María Marta Herrera


[1] Muraro, Luisa (1991),L´ordine simbolico della madre,Roma, Editori Riuniti
[2] op.cit. pág. 6
[3] op.cit.. pág.13
[4] Lauretis,Teresa de (1989), La esencia del triángulo, o tomarse en serio el riesgo del esencialismo: teoría feminista en Italia, los E.U.A. y Gran Bretaña, en Debate Feminista Año I, vol 2 sept.1990, México
[5] Zerilli, Linda (1996)Un proceso sin sujeto: Simone de Beauvoir y Julia Kristeva, sobre la maternidad en Tubert,Silvia(1996), Figuras de la madre, Madrid, Cátedra, pág. 155-188

Prólogo.



Prólogo Colección Especial: Literatura y Maternidad

Esta colección surge a partir de la necesidad de compartir y socializar la experiencia de la maternidad como un momento crucial en la vida de una mujer. Crucial en el doble sentido del término, como decisivo y como crítico.
Decisivo porque al llevar a cabo la ilusión de la maternidad dejamos de poseer un cuerpo para cuidar a dos. Pero también crítico porque en ese cuidado muchas veces se está sola.
Recuerdo una vez que realicé un trabajo vinculado con la comunicación en las bibliotecas populares que funcionaban en distintos comedores de las villas miseria de la ciudad de Buenos Aires, allí el concepto de la maternidad recobraba una realidad que luego ansié, a saber, la idea de que la crianza era un asunto que le concernía al grupo, a la comunidad, al barrio. Y fui testigo de cómo muchas mujeres despeñaban un rol de maternidad extendida para con los hijos de otras mujeres que por distintos motivos no podían asistirlos.
Más tarde cuando fui madre por primera vez me di cuenta que algunas reminiscencias de esa contención las encontraba en las plazas del barrio pero con variaciones. Entre ellas, hablar con otras madres sobre nuestros hijos pero desde la primera persona del singular; mirar a los hijos propios sin tener presente el conjunto de chicos que juega en una plaza un día cualquiera.  Entre la idea y la realidad de la maternidad en barrios vulnerabilizados y la idea y la realidad de la maternidad en las plazas de un barrio de clase media fui cosiendo representaciones de sostén.
Con el nacimiento de mi segundo hijo me di cuenta también que la diferencia entre un territorio y otro pasaba fundamentalmente por el timbre, el tono y las palabras que componen el lenguaje.
Allí la maternidad de comedor puertas abiertas: charlada, compartida, defendida.
Aquí la maternidad de plaza puertas cerradas: susurrada, compartida a cuenta gotas, cuidadosa de los hijos de cada una.
Mi intención con esta colección fue crear una comunidad de textos éditos e inéditos sobre la maternidad abarcando las relaciones en tanto hijas, hijas de las hijas, madres, la ilusión de la maternidad y la realidad de la maternidad con el propósito de aumentar el volumen de las palabras y hacerlas públicas.  
En el siguiente libro se incluyen poemas y textos en prosa de destacadas escritoras de distintas generaciones y trayectorias como son: Ana Pérez Cañamares, Carolina Romanó, Claudia Masin, Dolores Etchecopar, Fernanda Castell, Florencia Abbate, Florencia Fragasso, Graciela Perosio, Irina Garbatzky, Julia Sarachu, Karina Macció, Laura Forchetti, Laura Wittner, Lila Zemborain, María Guerrieri, María Laura Fernández Berro, Marina Bandin, Noelia Rivero, Paula Jiménez, Rita Kratsman, Roberta Iannamico, Paz Garberoglio, Rocío Cerón, Romina Freschi, Roxana Páez, Selva Dipasquale, Tamara Domenech, Valeria Melchiorre, Vanina Colagiovanni, Vanna Andreini, Vera Fogwill, Verónica Laurino y Ximena May.
Ojalá que, por el mismo formato del libro, consistente en un sobre en cuyo interior las páginas están sueltas, vislumbremos la posibilidad de regalarlas,
desarmar el libro, en un intento de expandir el lenguaje e ir al encuentro de otros.
Agradezco la participación de cada una de las autoras, especialmente a Selva Dipasquale por su colaboración.

Tamara Domenech